LA TEORÍA DEL ICEBERG EN LA ESCRITURA
La teoría del iceberg aplicada a la escritura, también conocida como teoría de la omisión, fue acuñada por Ernest Hemingway en los años 20 del siglo pasado. Unos años antes, Freud ya había utilizado una analogía similar aplicada a la psicología, para mostrar la diferencia entre la mente consciente e inconsciente. Y es que, según dicen algunos, la teoría del iceberg es aplicable prácticamente a cualquier campo.
El iceberg como metáfora
Los iceberg son montañas de hielo flotante que solo muestran una novena parte de su masa en la superficie del agua, mientras que las ocho restantes están por debajo de la línea de flotación.
La teoría de Ernest Hemingway echa mano del iceberg como analogía de la narración. La información que se revela al lector en un relato no debe ser más de una novena parte de lo que queda implícito o aparece solo sugerido. Y no solo eso, ya que además lo que no se muestra en el relato, al igual que en el iceberg, es justamente lo más importante (¡O si no que se lo digan al Titanic!).
“Si omites cosas importantes o acontecimientos que conoces, la historia se refuerza. Si omites o te saltas algo porque no lo conoces, la historia no tendrá ningún valor”.
Ernest Hemingway, “The Art of Short Story”
Omisiones y alusiones
Un relato debe contar solo una pequeña parte de la historia: según la metáfora del iceberg, no debe revelarse explícitamente en el texto más de un 20 % del total. El 80 % restante es el llamado subtexto, lo que no se menciona pero se sobreentiende, o solo se menciona de pasada.
Las omisiones
Omitir significa simplemente no contar. Hay muchas cosas dentro de una narración que nunca llegan a mencionarse, ni implícita ni explícitamente. Esto no significa que no existan o que se desconozcan. De hecho, según Hemingway, el escritor debe ser perfecto conocedor del 100 % de la historia que está narrando, tanto en lo referente al texto como al subtexto. Si el escritor omite lo que sabe, se refuerza la narración. Pero si omite lo que no sabe, le resta valor al relato. Por lo tanto, es fundamental conocer ese 80 % de subtexto sumergido igual de bien que el 20 % restante que estamos narrando.
Las alusiones
No todo el subtexto se omite por completo. Hay una parte de la información subyacente en el relato que sola se insinúa o se muestra de forma muy sutil. En este caso, el escritor alude a ese bloque de información que el lector desconoce pero sabe que existe. Aquí le toca al lector interpretar estas alusiones. Y como todos hemos sido “monaguillos antes que frailes”, a.k.a. lectores antes que escritores, sabemos que las interpretarán sin problemas.
Demasiada información (o cuando te emocionas dando contexto)
No hay mejor manera de aburrir a un lector que contándole detalles que no vienen al caso. Quizás sea importante saber los pormenores de la infancia del protagonista porque tienen relevancia en su comportamiento o sus motivaciones actuales. Pero no todos los pormenores. Sabemos que el lector es capaz de establecer conexiones, interpretar alusiones y sacar conclusiones. Esto también forma parte del proceso de lectura. Si se lo das todo hecho estás “destripándole” la historia. Es como explicar un chiste. Too much information. ¡No, gracias!
La teoría del iceberg en tu relato: editar, cortar y eliminar
Cuando un escritor comienza a narrar un relato, debe tener clara la historia completa. No importa si eres un escritor de brújula o un escritor de mapa. Si no eres de los que crean esquemas, fichas o anotaciones sobre el marco espaciotemporal del relato, los personajes o la trama argumental en la fase de documentación, al menos toda esta información tiene que estar en tu cabeza.
La idea es que tengas una imagen completa de ese “iceberg” que representa tu historia, bien sea por escrito o solo en la cabeza, incluyendo las ocho partes sumergidas que no se ven a simple vista. Para ello debes documentarte bien sobre la época y el lugar, tener clara la biografía de tus personajes y ser conocedor de los temas que se mencionan en el relato.
Pero tener esa imagen mental completa equivale al 100 % del iceberg. Es decir, gran parte de lo que sabes sobre tu historia ni siquiera llegarás a mencionarlo. De hecho, como ya sabes, solamente un 20 %. Aquí no hay más truco que omitir información directamente mientras estás escribiendo, y recortar, eliminar y “desbrozar” con cada revisión todo lo que resulte supérfluo. En realidad, la teoría del iceberg es como el minimalismo aplicado a la escritura. ¿Y tú, ya la estás aplicando?