SINCRONICIDADES: LOS “TELEGRAMAS” DEL UNIVERSO
El término “sincronicidad” fue acuñado por Carl Jung en 1952. Él también se refirió a este tipo de hechos como “casualidades significativas”, definiéndolas como “la simultaneidad de dos sucesos vinculados por el sentido pero de manera acausal”. En otras palabras, se refiere a ese tipo de coincidencias entre dos hechos que están demasiado conectados entre sí como para considerarlos simples casualidades.
¿Qué es sincronicidad?
Un ejemplo muy común de sincronicidad suele ser este: estás pensando en alguien que hace tiempo que no ves y de repente te llama o le encuentras casualmente por la calle. Aunque es cierto que en este tipo de situaciones solemos pensar que simplemente ha sido una casualidad.
Pero hay algunos momentos en la vida cotidiana en que suceden ciertos hechos que nos hacen reflexionar más. Por ejemplo, cuando te encuentras en una de esas situaciones en que necesitas urgentemente algún objeto o recurso, tan trivial como puede ser un bolígrafo, una herramienta, un paraguas… De repente, como si el universo conspirase a tu favor, ese objeto que necesitas aparece ante tus ojos en el lugar y momento más insospechados. La conexión entre tu necesidad y la aparición providencial del objeto es tan oportuna que ya te resulta difícil considerarlo una mera coincidencia. A veces, en situaciones como estas, ya nos preguntamos si de verdad se trata de una simple casualidad.
Es muy conocido un ejemplo de sincronicidad que el propio Carl Jung cuenta que él mismo experimentó: mientras una paciente le contaba un sueño en el que aparecía un escarabajo dorado, en ese mismo momento en la ventana de su consultorio se posó un escarabajo dorado exactamente igual, creando una coincidencia significativa y acausal aparentemente inexplicable.
¿Qué no es sincronicidad?
La serendipia
Este concepto fue acuñado mucho antes que la sincronicidad por Horace Walpole en 1754, a partir del cuento “Los tres príncipes de Serendip”, en el que los protagonistas solucionaban sus problemas a través de casualidades inesperadas.
La serendipia se diferencia de la sincronicidad en que se trata de un descubrimiento casual e inesperado que se produce mientras se está buscando otra cosa. No tiene este componente simbólico, casi mágico, que sí se experimenta con una sincronicidad.
Un ejemplo de serendipia muy conocido es el descubrimiento de la penicilina por parte de Alexander Fleming. Él en realidad estaba experimentando con bacterias en unas placas Petri pero según cuentan las malas lenguas, parece ser que el doctor Fleming era muy desordenado. Por eso al volver a su laboratorio después del fin de semana, descubrió que como no había limpiado las placas, los hongos se habían “comido” las bacterias de su experimento. Primero pensó en tirarlo todo, porque el experimento se había arruinado. Pero luego se dio cuenta del alcance real de unos hongos que mataban bacterias. Observó que el hongo que había inhibido el crecimiento de las bacterias Staphilococcus era el hongo Penicillium notatum… ¡y así descubrió la penicilina!
El Sistema de Activación Reticular (SAR)
Este nombre tan raro no es más que el “filtro” que lleva de fábrica nuestro cerebro para identificar y resaltar los acontecimientos que nos pueden resultar más interesantes.
Diariamente nuestro cerebro se expone a miles de estímulos. ¿Cómo puede decidir cuáles son importantes y a cuáles no hay que prestar demasiada atención? El filtro le ayuda a separar “el grano de la paja”. Además, el filtro del SAR puede cambiar según cambian tus intereses. Por ejemplo, si estás pensando en comprarte un coche nuevo, seguramente vas a empezar a ver un montón de coches de la misma marca y modelo al que tú le tienes echado el ojo.
Lo interesante de todo esto es que algunas casualidades que uno podría tender a catalogar como sincronicidades, no son más que un producto de tu filtro mental. No es ninguna sincronicidad ver pasar un Alfa Romeo por la carretera cuando tú estás pensando en comprarte exactamente el mismo coche. Quizás pase todos los días por tu calle y hasta hoy ni siquiera te hayas dado cuenta.
Sincronicidad e inspiración
Las sincronicidades tienen mucho que ver con la inspiración. De hecho, pueden en muchos casos constituir la propia fuente de inspiración en sí misma. Pero solo si aceptamos una teoría un tanto sobrenatural sobre su naturaleza.
Y es que, según algunas teorías como la famosa “Ley de la atracción”, si sabes cómo enviar mensajes al universo, este te señalará el camino que debes seguir. Y Julia Cameron, en su método El camino del artista insiste semana tras semana en preguntar qué sincronicidades ha habido en tu vida estos días, ya que las sincronicidades son “telegramas que te envía el universo” a modo de guía.
El escritor como canal de creación
Aunque la comunicación con el universo pueda levantar ciertas dosis de escepticismo en algunos, para Julia Cameron es lo más normal del mundo, puesto que según ella el escritor no es más que un canal por medio del que el universo cuenta historias.
Esta visión del escritor como canal que recibe la inspiración de los dioses ya aparece en la cultura de la Antigua Grecia, y hoy en día muchos otros autores aparte de Julia Cameron se adhieren a ella, como Rosa Montero o Elizabeth Gilbert.
Ahora bien, la gran pregunta es: ¿cómo lograr que el universo me mande inspiración en forma de “telegramas”, o lo que es lo mismo sincronicidades? Y sobre todo, ¿cómo reconocerlas?, ¿cómo interpretarlas?
En primer lugar, estando abierto a ellas (o dicho de otro modo, abrir el canal que te comunica con el universo). Las sincronicidades no pueden buscarse activamente. ¡Ojalá fuese tan fácil! Pero sí puedes activar tu receptividad ante las señales del universo. Por ejemplo, mediante la meditación o con técnicas de mindfulness, estando siempre abierto al aquí y el ahora.
No todo son “mensajes del universo”
Sin embargo, tampoco hay que trivializar: no todo lo que sucede a tu alrededor puede interpretarse como telegramas del universo. En ese caso ya no serían mensajes significativos ni especiales, sino “el pan nuestro de cada día”. Aquí podríamos caer en la apofenia, que consiste en encontrar conexiones o patrones en sucesos aleatorios que a primera vista no tienen el sentido con el que se les interpreta interpreta. En otras palabras, significa ver “señales” en todas partes, desde mensajes en las nubes hasta en los números de las matrículas de los coches.
Lo que sí está claro es que, seas más o menos escéptico, la sincronicidad es un fenómeno que existe, y de una forma lo bastante frecuente como para que un psiquiatra de la talla de Carl Jung decidiese profundizar sobre ella. Más aún, el físico teórico Wolfgang Pauli, que recibió el premio Nobel de Física en 1945, colaboró con Jung en sus investigaciones sobre el tema, apuntando la posibilidad de que la sincronicidad pudiese ser un fenómeno cuántico en el que se interrelacionaban mente y materia. No llegaron a ninguna conclusión definitiva sobre el origen de las sincronicidades, pero queda abierta la puerta de la posibilidad el hecho de que respondan a un mecanismo que aún desconocemos.
¿Es la sincronicidad un “susurro del cosmos” tratando de iluminarnos el camino? ¿Puede ser una prueba de que nuestra conexión con el universo es más profunda de lo que creemos? No lo sabemos, igual que tampoco sabemos cuándo se presentará la próxima sincronicidad ante nosotros. ¡Mantén los ojos bien abiertos y nunca pierdas la capacidad de imaginar!